Por: Yannick Feussi González
¿Por qué algunas personas logran salir de la pobreza mientras otras permanecen en ella por generaciones? La respuesta no es tan sencilla como trabajar o esforzarse más, pues la pobreza es más que una mera condición económica; es también un estado mental que altera la psiquis y su funcionamiento.
Son innegables las considerables victorias que se han logrado en el último siglo para erradicar la pobreza a nivel global. En 1990, el 36% de la población mundial vivía bajo la línea de pobreza extrema de $1.90, cifra que se ha reducido en más de 25% en las últimas tres décadas, siendo hoy en día el 8% de la población mundial la que vive bajo la línea actual de pobreza extrema (Chandy et al., 2022).
Sin embargo, ello no significa que no debamos trabajar en ello. Países como China e India han liderado este fenómeno económico, pero si analizamos las tendencias de otros países subdesarrollados, como los de África y América Latina, se torna una historia muy diferente.
Mientras Banerjee y Duflo estudian la pobreza desde el comportamiento de los individuos y las comunidades, Acemoglu y Robinson argumentan que el desarrollo depende de las estructuras institucionales y políticas. Es decir, uno mira el árbol y el otro, el bosque.
La mitigación sostenible de la pobreza requiere un modelo integrado de intervenciones políticas a nivel micro, orientadas como las propuestas por Banerjee & Duflo, pero también precisa de entornos institucionales inclusivos, como los expuestos por Acemoglu & Robinson, para que resulten viables. Para erradicar la pobreza, es necesario abordar sus múltiples dimensiones (Banco Mundial, 2024).
Resulta, pues, menester presentar lo que está en juego: la pobreza, la desigualdad y el fracaso institucional, y preguntarnos:
² ¿Por qué naciones ricas en recursos naturales siguen siendo pobres, mientras otras con pocas riquezas han logrado prosperar?
² Si la pobreza afecta la toma de decisiones, ¿cómo podemos diseñar políticas públicas que reduzcan estos efectos en lugar de agravarlos?
² ¿Cuál es la importancia de analizar la relación entre la pobreza y el fracaso económico de los países?
Sintetizando, lo que debe responderse es: ¿Cómo podemos diseñar estrategias efectivas de reducción de pobreza cuando las iniciativas locales deben operar dentro de sistemas políticos e instituciones que pueden obstaculizar su éxito?
Todas estas son preguntas críticas a las que deben hallarse respuestas si deseamos continuar forjando un futuro próspero.
El anhelo de este escrito es fusionar ambas teorías, mostrando que la integración de intervenciones microeconómicas respaldadas por instituciones sólidas es la clave para erradicar la pobreza de manera sostenible.
I. La lente micro: La pobreza como trampa conductual
En el argot popular se predica la creencia de que el pobre lo es por su propio querer. Esta narrativa meritocrática no es más que una falacia generalizada que permite entrever el código moral por el que se rige nuestra sociedad, mismo que nos afecta profundamente.
Vivir en un estatus social bajo impacta profundamente el proceso de toma de decisiones, y son estas mismas las que permiten a las personas evitar y potencialmente escapar de la pobreza (JRF, 2017), por lo que resulta ser un ciclo repetitivo del que es difícil salir.
La pobreza y su contexto socioeconómico repercuten en las innumerables funciones de la mente humana, llevando a actuaciones que no necesariamente resultan las más convenientes.
En un experimento realizado en la India, Banerjee y Duflo encontraron que los pobres no gastaban sus ingresos adicionales en alimentos nutritivos, sino en festivales y entretenimiento (Banerjee & Duflo, 2011).
Esto demuestra que, lejos de ser una cuestión de "mala administración", esta decisión responde a una necesidad psicológica: cuando la vida diaria está llena de escasez y estrés, los individuos priorizan las gratificaciones instantáneas que les brinden alivio.
La pobreza y su contexto socioeconómico repercuten en las siguientes funciones:
² Atención selectiva
² Control inhibitorio
² Orientación de enfoque
² Autorregulación
² Toma de riesgos
² Normas socioculturales
² Autoeficacia
² Autoevaluación
² Eficacia de respuesta
² Respuesta al estrés
² Inclusión percibida
² Percepción social
² Calidez interpersonal
² Valores y necesidades
(Sheehy-Skeffington & Rea, 2017)
Esto desafía la narrativa tradicional, pues son todos estos los motivos del ‘querer’ ser pobre, que no permite a los mismos, a nivel individual, surgir y superarse actuando de manera ‘lógica’. Los pobres, en realidad, enfrentan decisiones extremadamente complejas bajo condiciones de incertidumbre permanente; esto crea trampas psicológicas, educativas, sanitarias y laborales.
En definitiva, la pobreza es más que solo una cuestión de ingresos; también engloba los comportamientos, la información disponible y el contexto institucional. Para reducir la pobreza, no basta con mejorar la educación o la salud si el sistema político y económico impide que esas mejoras se sostengan en el tiempo. Estas son intervenciones microeconómicas que podrán tapar un par de agujeros, pero no permiten deshundir el barco. Para ello, hay que prestar particular atención a las instituciones.
II. La lente macro: Las instituciones como destino
Mientras Banerjee y Duflo operan desde abajo, la base, Acemoglu y Robinson estudian el sistema desde arriba. Desde sus perspectivas, la pobreza persiste porque el sistema está diseñado para que así sea. Su postura es clara: las naciones fracasan cuando tienen instituciones extractivas, aquellas que concentran el poder en manos de élites que impiden la innovación, la competencia y el desarrollo.
Herencia colonial
Esto nos permite explicar el motivo tras los persistentes índices de pobreza en las naciones de América Latina y África, pues estas honran hasta la fecha el legado dejado por sus excolonos, quienes no se asentaron indefinidamente en el territorio para habitarlo, sino para sustraer sus recursos y enriquecerse.
Por eso resulta notoria la alucinante brecha entre países como Australia, Canadá y Estados Unidos, donde los ingleses se asentaron, con naciones como Nigeria o Gambia, donde solo se establecían para extraer recursos.
Esta misma mentalidad persiste hasta nuestra actualidad, a pesar de haber transcurrido uno o dos siglos de supuesta independencia. Vemos el mismo ciclo: instituciones putrefactas, lideradas por líderes corruptos guiados por un código moral cuestionable.
Corea del Norte vs. Corea del Sur
Mismo territorio, mismo pueblo, instituciones opuestas, lo que ha marcado una abismal diferencia entre ellas. Vemos cómo en Corea del Norte se maneja por instituciones extractivas, donde el poder reside en contadas manos de la élite, mientras que Corea del Sur posee instituciones inclusivas, mismas que le han permitido llegar a tener el poderío económico en la actualidad y ser un referente tecnológico en la escena mundial.
Con esto, damos por cierta la afirmación: “No es la geografía, ni la cultura, ni la ignorancia. Es el poder, y cómo está distribuido” (Acemoglu & Robinson, 2012, p. 70).
Todas estas instituciones suelen nacer en momentos críticos, como la colonización, las revoluciones o las transiciones políticas, pero tienden a perpetuarse, creando ciclos viciosos de desigualdad.
Por lo tanto, se puede concluir que, aunque un país posea recursos, sin instituciones inclusivas, no presentará un desarrollo sostenible.
III. Punto de convergencia
Aquí es donde ambas perspectivas se encuentran y forjan una nueva realidad. Banerjee y Duflo muestran qué funciona a nivel micro, mientras que Acemoglu y Robinson explican por qué no escala a nivel macro.
Por ejemplo, resultaría indiferente dar libros gratuitos para mejorar el aprendizaje en zonas marginales si los sistemas educativos están corruptos y plagados por autoridades incompetentes. El impacto de esta medida sería nulo.
De igual manera, políticas de microcréditos pueden ayudar a individuos a crecer, pero en muchos casos se utilizan como medidas de emergencia, mas no para venturas empresariales o de índole productivo, por lo que tampoco funcionarán a largo plazo.
Una política eficaz sin una institución sólida es como sembrar en el desierto: la semilla puede ser buena, pero el suelo no la dejará crecer.
Si queremos erradicar la pobreza, no basta con mejorar la vida de los pobres; debemos cambiar los sistemas que perpetúan su miseria. Para esto, debemos:
² Diseñar políticas públicas basadas en evidencia empírica.
² Transformar las estructuras políticas y económicas que impiden su aplicación.
IV. Reflexión final
Banerjee, Duflo, Acemoglu y Robinson no ofrecen una fórmula mágica para erradicar la pobreza, pero sí un mapa para llegar a ese destino. Nos enseñan que el verdadero desarrollo solo ocurre al combinar el conocimiento técnico con la voluntad política. Solo entender la pobreza se queda corto en el monumental desafío que enfrentamos; para cambiar, debemos transformar las condiciones que la perpetúan.
Necesitamos tanto a los arquitectos del sistema como a los cirujanos del detalle. Su colaboración es necesaria para que dejemos de cuestionar ¿por qué fracasan los países? y empecemos a construir países que no fallen.
BIBLIOGRAFÍA
Banerjee, A., & Duflo, E. (2011). Poor Economics: Un replanteamiento radical de la forma de combatir la pobreza mundial. PublicAffairs.
Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Por qué fracasan las naciones: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty. Crown Business.
Banco Mundial. (2 de abril de 2024). Poverty: Panorama general. Recuperado de https://www.bancomundial.org/es/topic/poverty/overview
Chandy, L., Kharas, H., & Seidel, B. (2022, febrero). The evolution of global poverty, 1990–2030. Brookings Institution. Recuperado de https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2022/02/Evolution-of-global-poverty.pdf
Joseph Rowntree Foundation. (2023). How poverty affects people’s decision-making processes. Recuperado de https://www.jrf.org.uk/savings-debt-and-assets/how-poverty-affects-peoples-decision-making-processes
Ho, A. K., Sidanius, J., Pratto, F., Stewart, A. L., & Levin, S. (2015). The nature of social dominance orientation: Theorizing and measuring preferences for intergroup inequality using the new SDO7 scale. Journal of Personality and Social Psychology, 109(6), 1003–1028.